Nada ha cambiado, todavía

Per Alejandro Mendoza Siles
Nada ha cambiado, todavía

L’OMBRA DE LA CRISI, CAL DESPERTAR

Fa més de tres anys, el cicle de conferències va convidar a la ponent Sor Lucía Caram, que en nom de la Federació Rosa Oriol, ens va parlar de les conseqüències dramàtiques, que la crisi que arrossegàvem, no havia acabat i que encara hi havia gent que la patia. Sense haver-nos recuperat del terrible impacte que va sacsejar les llars i negocis del país durant aquests anys, la nova situació que ha provocat la pandèmia ha assotat de nou a la població, que encara estava en convalescència. Tornem a repetir i viure semblants situacions, a continuació tenim un extraordinari relat en primera persona “Nada ha cambiado, todavía” del que està suposant aquesta situació per a moltes persones amb negocis.

Josep Vicenç Mateo i Mercadé
Associació PERSOVUSES

NADA HA CAMBIADO, TODAVÍA

He de confesar que tenía alguna esperanza de que con la actual pandemia la sociedad nos uniésemos un poco, que trataríamos de comprendernos más y ser más atentos con los demás. Y aunque muchos lo han pasado mal y han sufrido, incluso han padecido la falta de algún ser querido, no ha sido el caso.

Como autónomo, que trabaja sin compañeros/as de trabajo, con una cartera de clientes no muy amplia, aunque continua y sin estar permanentemente conectado con todo tipo de sectores, mi visión y opinión de esta crisis no puede ser muy detallada ni entrar en matices de los que realmente no tengo mucha idea, pero sí he podido observar una serie de actitudes y reacciones generalizadas que creo bien merecen que exponga.

No voy a hablar de economía, ya que no forma parte de mi currículo, mis conocimientos sobre el tema no son profundos y suficiente se ha hablado en los medios acerca de esta materia. Pero sí de situaciones y actitudes que se relacionan con ésta, de esto sí puedo hablar. Al principio comentaba sobre mi decepción al ver la falta de comprensión y atención hacia los demás con esta crisis, en términos de relaciones laborales he podido vivir la falta de compromiso con quien siempre ha sido el proveedor de uno, e incluso la falta de compromiso con uno mismo. 

En una situación como la que vivimos, donde uno sabe que cobrar hasta el último céntimo puede ser de vital importancia, no ya para uno mismo si no para los demás, he podido ver como el egoísmo, aunque también miedo, se ha apoderado de clientes dejando en la estacada a sus proveedores de confianza, quienes siempre habían cuidado del cliente. Uno puede pensar que quizás sea algo normal, ya que uno debe cuidar su propio negocio y guardar lo que pueda por si en poco tiempo lo va a necesitar. Pero no creo que sea muy complicado ponerse en la piel de a quien debes el resultado de su trabajo, y que quizás esa persona o empresa también lo necesite, y en una situación como esta, yo sinceramente prefiero cumplir con mis proveedores y quedarme con menos, pero no deber a alguien su trabajo, por el cual yo además ya haya podido disfrutar o aprovecharme.

Personalmente, cuando nos confinaron, lo que creí adecuado fue ponerme en contacto con aquellos a quienes debía su trabajo, para liquidarlo, por muy poco importe que se tratase, pues uno no es quien para meterse a imaginar acerca de cuanto le puede afectar a alguien una situación así. Lo justo es cumplir con quien ha cumplido con uno e intentar comprender la situación de los demás.

Ante una situación tan preocupante también podríamos pensar que la gente pondría todo de su parte para afrontarla, para buscar nuevas soluciones de manera eficaz, para salir de una crisis así… La verdad es que en escasas personas he visto esa actitud. Las consultas acerca de desarrollar tiendas virtuales o negocios basados en Internet se dispararon. Pero en vez de trabajar de manera correcta, documentarse muy bien antes o disponer de todas las herramientas a mano, he podido observar como muchos han buscado milagros o han creído que todo es automático. Claro que han surgido negocios aprovechándose de la situación, ya sea venta de productos higiénicos o servicios para “facilitar” adaptarse a nuevas normativas, negocios que se han aprovechado económicamente y de la falta de conocimiento por parte de muchos. No se trata de eso, pero tampoco las cosas son automáticas o simplemente fáciles “porque es lo que haces cada día”. Por todo esto también comentaba antes la falta de compromiso con uno mismo: no se puede pretender que cuando a uno no le van tan bien las cosas, otro obre milagros por ti. La actitud dice mucho de uno, y podría poner en un cesto y en otro cada consulta que he recibido pidiendo milagros, distinguiendo entre quienes realmente estaban dispuestos a trabajar y quienes quieren que el dinero llueva. Referente a este punto mi conclusión es que no hay compromiso, no hay seriedad para trabajar, con la consecuencia de que casi consiguen quitarle a uno también las ganas de seguir peleando.

Al fin y al cabo, en muchos como en mí mismo, la motivación viene dada en gran parte como consecuencia de un trabajo bien hecho, del que sabes que alguien va a poder beneficiarse para bien, de unas relaciones laborales entre clientes y proveedores satisfactorias, con reconocimiento y agradecimiento… Cuando todo eso se va perdiendo, al final lo que podía ser una crisis económica se convierte, además, en una crisis personal.

También comentaba al principio que creía que todo esto serviría para unirnos un poco: por desgracia yo no lo he visto. ¿De qué ha servido aplaudir todos cada día a las 20:00h, las fiestas en los balcones o las campañas de ánimo entre otras? ¿Para qué? Si luego hemos comprobado que siguen existiendo los mismos dos bandos, incluso aunque uno supuestamente no esté posicionado, cuando oye hablar a otro diciendo “estos lo han hecho muy mal”, la respuesta de la otra parte normalmente es “los otros no lo habrían hecho mejor” con tono desafiante, en ese punto ya estamos de nuevo, posicionados.

Sinceramente, no tengo ninguna esperanza puesta en la sociedad, por peor que se ponga todo esto. Y no me sabe mal decir que muchos de los que se irán, con perdón por la expresión, a la mierda, se lo habrán buscado por no poner sus propias soluciones y esperar a que ocurran milagros, faltando al respeto a sus proveedores y encontrándose que luego nadie confía en ellos o, simplemente, no siendo comprensivo y atento con los demás en los momentos más difíciles.

Quizás el único toque de esperanza que pongo aquí sea que en algún momento, ya sea porque no quede más remedio, porque algunos endurezcan las condiciones o porque alguna especie de “milagro” encauce el buen hacer mediante formación y educación, la gente despierte y con la ayuda de algunos poquitos, comencemos a funcionar de otra manera, ser más conscientes y nos ayudemos mutuamente sin depender de limosnas. En otras palabras, ser un poco más dueños de nuestro porvenir.

L'ombra de la crisi, cal despertar

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